Una vez finalizado el curso, nuestro compañero Jose Luis ha realizado un vídeo en el que se muestran algunas de las muchas actividades realizadas a lo largo del curso.
Muchas gracias y feliz verano!
Extintores en Colegios: Importancia, Tipos y Uso Correcto
En un entorno escolar, la seguridad es esencial para proteger a estudiantes, docentes y personal administrativo. Entre las diversas medidas de seguridad que deben implementarse, los extintores juegan un papel fundamental. ¿Por qué? Porque los incendios, aunque raros, pueden ocurrir, y contar con los equipos adecuados es la primera línea de defensa. Aquí exploraremos por qué los extintores son indispensables en colegios, los tipos de extintores recomendados y su correcto uso.
Los colegios son espacios de alta afluencia y actividad, donde estudiantes y docentes conviven en áreas comunes, laboratorios, bibliotecas y más. La presencia de diversos materiales inflamables, desde papeles hasta productos químicos en laboratorios, hace que un incidente menor pueda convertirse en un riesgo de incendio. Contar con extintores adecuados permite actuar de manera rápida y eficiente, evitando posibles tragedias.
A nivel global, existen normas específicas que exigen la instalación de extintores en lugares públicos, y los colegios no son la excepción. Cada país tiene sus propios estándares que definen la cantidad, el tipo y la ubicación de los extintores en colegios y otras instituciones.
En muchos países, se exige que los colegios tengan extintores que cubran todas las áreas de riesgo. Esto incluye extintores para laboratorios, comedores y zonas comunes, además de una inspección regular para asegurar su efectividad y disponibilidad.
Existen diferentes tipos de extintores, y cada uno tiene un uso específico según el tipo de fuego. A continuación, se describen los tipos más recomendados para colegios.
Ideales para incendios de materiales sólidos como madera, papel y tela. Son muy útiles en aulas y bibliotecas, donde predominan estos elementos.
Son eficaces para fuegos de materiales sólidos y líquidos inflamables, como aceites o grasas. Estos extintores son apropiados para áreas de cocina o cafeterías en el colegio.
Estos extintores son versátiles y funcionan en incendios de tipo A, B y C. Son recomendados para laboratorios y talleres donde existen riesgos de fuegos eléctricos y químicos.
El dióxido de carbono es ideal para fuegos eléctricos, lo que lo convierte en una opción excelente para áreas con equipos electrónicos, como aulas de informática y laboratorios.
Es fundamental que en los pasillos y entradas principales haya extintores accesibles para cualquier persona. Esto asegura una respuesta rápida ante cualquier emergencia en áreas de gran tráfico.
Debido a la presencia de productos químicos y equipos especiales, es obligatorio tener extintores adecuados, como los de CO₂ o polvo químico seco, en laboratorios y talleres escolares.
En las áreas de cocina y comedor, donde se manipulan alimentos y pueden existir aceites calientes, los extintores de espuma y de polvo químico seco son esenciales para controlar fuegos de grasa.
Es crucial mantenerse a una distancia segura y asegurarse de que se está usando el tipo de extintor adecuado para el tipo de incendio, evitando riesgos de reactivación del fuego.
Los extintores deben revisarse al menos una vez al año para asegurar que estén en buen estado y listos para usarse en caso de emergencia.
El mantenimiento incluye verificar la presión, limpiar la boquilla y asegurarse de que no haya daños visibles en el extintor. También es importante mantener un registro de las inspecciones.
Saber cómo usar un extintor puede hacer la diferencia en una emergencia. La capacitación debe incluir tanto a profesores como a estudiantes, enseñando no solo cómo usar el equipo, sino también cómo actuar en caso de incendio.
Realizar simulacros de incendio ayuda a familiarizar al personal y a los estudiantes con los procedimientos de evacuación y el uso correcto de extintores.
Algunos errores comunes incluyen usar el tipo de extintor incorrecto, no apuntar adecuadamente a la base del fuego o no seguir el mantenimiento adecuado del equipo.
Contar con extintores en el colegio no solo protege a los ocupantes, sino que también cumple con las normativas de seguridad. Además, la presencia de estos dispositivos aporta tranquilidad, sabiendo que se cuenta con el equipo necesario para actuar ante una emergencia.
Los extintores en los colegios son una medida de seguridad esencial. No solo ayudan a prevenir daños mayores en caso de incendio, sino que también contribuyen a la seguridad de todos en el entorno educativo. Desde la capacitación del personal hasta la ubicación correcta y el mantenimiento regular, la gestión adecuada de los extintores garantiza que, ante cualquier incidente, el colegio esté preparado para responder de forma rápida y efectiva.
1. ¿Cada cuánto tiempo se deben revisar los extintores en un colegio?
Es recomendable realizar revisiones anuales, aunque algunas zonas de mayor riesgo pueden requerir revisiones semestrales.
2. ¿Qué tipo de extintor es mejor para un laboratorio escolar?
Los extintores de CO₂ y de polvo químico seco son los más recomendados, ya que pueden manejar incendios de origen eléctrico y químico.
3. ¿Es obligatorio tener extintores en todas las áreas del colegio?
Sí, especialmente en zonas de riesgo como laboratorios, cocinas y pasillos principales.
4. ¿Quién debe recibir capacitación para usar los extintores?
Todos los miembros del personal escolar y los estudiantes de mayor edad deben recibir capacitación básica.
5. ¿Cuál es la mejor ubicación para un extintor en un colegio?
Los extintores deben estar en áreas de fácil acceso y visibles, como pasillos, entradas y áreas de alto riesgo como laboratorios y cocinas.
Sistema de extinción de incendios en campanas extractoras
Extintores co2 2 kg
Extintor 6 kg abc
La verdad desnuda sobre la limpieza de campanas extractoras industriales: una cuestión de supervivencia culinaria.
Mire usted, esto no va de modas ni de cursilerías con palabritas sacadas del sombrero de lo políticamente correcto. Aquí vamos al grano, como el buen gazpacho. Hoy hablamos de limpieza de campanas extractoras industriales, y no es una cuestión menor. Es el corazón palpitante de cualquier cocina profesional que se respete. Y quien diga lo contrario, no ha olido nunca el hedor de una campana saturada de grasa que lleva semanas sin un mísero trapo.
Porque sí, señoras y señores, la campana extractora industrial no está para lucirse ni para hacer bonito. Está para trabajar. Y trabaja más que muchos políticos que conozco. Extrae grasa, humo, olores, y lo hace sin pedir aplausos. Pero si no se cuida, si no se limpia con mimo y con regularidad, se convierte en un arma de destrucción masiva contra la higiene, la seguridad y la reputación del negocio.
Vamos por partes, como el despiece de un buen jamón. La acumulación de grasa no es solo una molestia visual o un tema de malos olores. Es un peligro. Punto. Es combustible esperando una chispa. Si la campana se prende, no hay croqueta ni filete que lo salve. Y ahí es donde muchos restauradores bajan la guardia.
Una campana sucia:
Pierde eficacia. No succiona como debe, y el humo invade la cocina.
Aumenta el riesgo de incendios, que ya sabemos cómo terminan.
Genera sanciones legales. Las inspecciones sanitarias no perdonan.
Y lo peor de todo: el comensal lo nota. Porque el aroma de un buen guiso no debe camuflar el tufo a grasa vieja.
Aquí no caben excusas. La limpieza regular debe formar parte del ritual diario, semanal y mensual de cualquier cocina industrial. Y no estamos hablando de pasar un trapo mojado con desgana. Hablamos de un proceso metódico.
Diariamente: limpieza de filtros y superficies exteriores.
Semanalmente: desmontaje y fregado de rejillas.
Mensualmente (mínimo): limpieza profunda de conductos, motores y ventiladores.
¿Tu cocina está en un local que no para desde las 12 del mediodía hasta las 2 de la mañana? Entonces lo mensual debe convertirse en quincenal. Porque cuanto más se cocina, más se ensucia. Y esto no lo arregla el Espíritu Santo.
No vale con mirar por encima. Hay que desmontar la campana pieza por pieza. Rejillas, filtros, bandejas, todo fuera. Agua caliente, desengrasante potente y paciencia. Como cuando uno limpia la chimenea del cortijo: con brío y sin remilgos.
Herramientas imprescindibles:
Guantes de goma gruesos, que la grasa no perdona.
Cepillos de cerdas duras, como la barba de un marinero.
Trapos de microfibra para el acabado fino.
Cubos grandes para remojar.
Y sí, el destornillador, que sin él no hay nada que hacer.
A lo largo de los años uno aprende que el vinagre blanco y el bicarbonato de sodio son como el ajo y el perejil: lo arreglan todo. Mezcla infalible para eliminar grasa y malos olores. Pero si quiere jugar en Primera División, use desengrasantes industriales homologados. Nada de inventos caseros si hablamos de cocinas que mueven cientos de platos al día.
Y no se olvide: después de desengrasar, hay que neutralizar los productos químicos. Agua clara, en abundancia. Que no se trata de cambiar grasa por toxinas.
Hay quienes dicen que llamar a una empresa profesional para limpiar la campana es tirar el dinero. ¡Pamplinas! Lo caro es cerrar el negocio por culpa de un incendio o de una inspección sanitaria que acabe en multa.
Las empresas especializadas cuentan con:
Equipos de alta presión.
Productos certificados.
Técnicos formados para acceder a zonas imposibles.
Y lo mejor: te dan un certificado de limpieza. Porque hoy en día, si no está en papel, no existe.
Para los que todavía piensan que esto es cosa menor, les lanzo unas perlas:
Las campanas extractoras industriales más potentes del planeta pueden purificar hasta 120,000 metros cúbicos de aire por hora. Una barbaridad que da vértigo.
Su inventor, el alemán Wilhelm Luwa, probablemente no imaginó el monstruo en que se convertiría su idea.
Ya existen modelos alimentados por energía solar, para aquellos que quieren cocinar limpio y ecológico.
Cocinar es arte, pasión, oficio. Pero sin limpieza, se convierte en una pesadilla grasienta. La limpieza de campanas extractoras industriales no es un detalle, es un pilar. Un restaurante puede tener al mejor chef, pero si la campana falla, todo se viene abajo.
Y no me venga con excusas. Si uno tiene tiempo para revisar el stock de vino, también lo tiene para revisar si la campana brilla como debe. Porque cuando todo funciona bien arriba, abajo se cocina mejor. Y eso, amigos míos, lo nota el cliente en cada bocado.
Así que ya sabe: desmonte, frote, limpie, revise y, si hace falta, llame al profesional. Que una cocina que huele a limpio es una promesa de que allí dentro se cocina con alma y no con grasa rancia.
Y como bien dice el refrán: cocina limpia, reputación firme.
La limpieza de campanas extractoras industriales: un asunto serio que no admite medias tintas.
Querido lector, no hay nada más peligroso que una cocina industrial con una campana extractora descuidada. Y si usted está al frente de un restaurante, de una cocina profesional o de una cafetería con ínfulas de gastrobar, sabe perfectamente que la grasa no perdona, que se acumula sin pedir permiso y que convierte el acero inoxidable en una trampa mortal si no se actúa con diligencia. Aquí, no estamos hablando de una cuestión estética. Estamos hablando de seguridad, de eficiencia y de reputación.
Las campanas extractoras industriales no son un adorno metálico colgado del techo. Son el pulmón de su cocina, el escudo contra el humo y los olores, y, si me apura, el ángel de la guarda que le evita incendios. No limpiar la campana extractora con regularidad es como conducir un coche sin frenos. Y esto, amigo mío, es lo que debería quitarle el sueño.
Porque la grasa es traicionera. Silenciosa, discreta y constante. Se pega a los filtros, se escurre por los conductos y, cuando menos se lo espera, ya ha formado una película inflamable digna de un bidón de gasolina. Y todo por no tomarse en serio una rutina de limpieza.
Una campana extractora sucia trabaja el doble, rinde la mitad y dura la cuarta parte. Los motores se sobrecalientan, los filtros colapsan, y el riesgo de incendio se multiplica. Además, si hay una inspección sanitaria —de esas que llegan sin anunciar— y descubren que su campana parece la freidora de un bar de carretera en los años 80, prepárese para el cierre temporal, la multa y la humillación.
Una vez al mes como mínimo. Y si su cocina no para ni en Navidad, cada quince días. Esa es la regla de oro. Porque si espera a que el humo no se disipe o a que el personal empiece a toser, ya será tarde. La grasa tiene que eliminarse cuando empieza a aparecer, no cuando ya ha formado una costra.
Hay que desmontar la campana —sí, sin miedo— y meterle mano a los filtros, rejillas, bandejas y hasta los tornillos. El vapor, el desengrasante y el bicarbonato deben convertirse en sus nuevos mejores amigos.
Aquí no vale eso de “mi primo lo hace por la mitad”. No, señor. La limpieza de campanas extractoras industriales es cosa de expertos. Técnicos que saben lo que hacen, que tienen maquinaria especializada, y que no dejarán ni un rincón con grasa acumulada. Invertir en este tipo de servicios es asegurarse de que su cocina no se convierta en la próxima portada de sucesos.
Además, los profesionales también inspeccionan el sistema de ventilación y los motores, detectan posibles fugas, fallos eléctricos o piezas desgastadas. Una revisión preventiva a tiempo puede ahorrarle miles de euros.
Aquí no hay improvisación. Si va a encargarse usted mismo de la limpieza, necesita estar bien armado:
Guantes de goma resistentes, no esos que se rompen al primer roce con el acero.
Cepillos de cerdas duras, no de esos que parecen plumero de hotel.
Trapos de microfibra, que absorben la grasa y no la esparcen.
Cubos de plástico industrial, para remojar y desengrasar.
Botellas rociadoras, con la mezcla mágica: vinagre blanco y bicarbonato.
Y lo más importante: un buen desengrasante industrial. Olvídese de los limpiadores de supermercado. Necesita uno que se lleve la grasa como si fuera mantequilla caliente sobre tostada.
Para el que piensa que una campana es solo un extractor grande, aquí van algunas perlas:
Las campanas industriales más potentes pueden mover hasta 120.000 metros cúbicos de aire por hora. Eso es como ventilar el Bernabéu en diez minutos.
Algunas ya vienen equipadas con sensores térmicos, que activan el sistema automáticamente cuando detectan exceso de calor.
Y atención: hay campanas que funcionan con energía solar. Sí, como lo oye. Porque hasta en esto, la sostenibilidad se abre paso.
Aquí es donde muchos se despistan. ¿Qué tiene que ver una campana de cocina con extintores para aviones? Pues mucho más de lo que parece. En ambos casos, hablamos de sistemas críticos donde la grasa y el fuego pueden tener consecuencias catastróficas.
Los extintores diseñados para aeronaves están hechos para actuar de inmediato y sofocar llamas en entornos cerrados y complejos, como un motor de turbina. De igual forma, una campana extractora debe estar acompañada por un sistema de extinción automático —espuma, gas o polvo químico seco— que se active cuando la temperatura se dispare.
Porque si algo hemos aprendido del mundo de la aeronáutica, es que la prevención salva vidas.
Revise su campana una vez por semana.
Aplique una limpieza completa cada 15 o 30 días.
Contrate una limpieza profesional cada trimestre.
Instale sensores de temperatura y un sistema de extinción automática.
No improvise: use solo productos homologados.
Una cocina limpia no solo huele mejor. Funciona mejor, produce más y duerme tranquila por las noches. Y créame, el cliente lo nota. Porque nadie quiere comerse una lubina al horno bajo una nube de vapor rancio.
Así que, estimado restaurador, cocinero o gestor de hostelería: no deje que la grasa se le suba a la cabeza ni que el humo nuble su juicio. Una campana extractora industrial bien cuidada es una declaración de principios. Es la forma más silenciosa de gritar: “Aquí se cocina con profesionalidad”.
Y si alguna vez duda de la importancia de estas cosas, recuerde los extintores para aviones. Porque, como en los cielos, en las cocinas industriales no hay margen para el error.